El flamenco y Japón

¿Te suena la película Los Tarantos? Esta obra cinematográfica que se estrenaba en todo el mundo en 1963 es la responsable del interés masivo por el flamenco en Japón. Aunque el amor nipón por este arte tiene un origen un poco anterior.

Este estilo musical llegó al país asiático en los años 20. La bailaora Antonia Mercé, La Argentina, recorrió Japón en una gira en la que deleitaba al público con producciones de El Amor Brujo y Andalucía. Ese viaje supuso el primer contacto de la población japonesa con el flamenco, el inicio de una gran relación en la que tanto España como Japón siguen trabajando a día de hoy.

Después de La Argentina, Carlos Montoya viajó al país nipón para comenzar a enseñar baile y cante, y si bien es cierto que numerosos japoneses se animaron a trasladarse a España para aprender más de este arte, no fue hasta el estreno de la película Los Tarantos cuando se produjo la verdadera revolución.

Después del éxito de esta película, proliferaron los tablaos flamencos por todo el país y Japón se convirtió en lugar de obligado paso para todos aquellos artistas que salían de España buscando enseñar su arte. Asimismo, en esa época surgen las grandes figuras niponas del flamenco como Yasuko Nagamine, Yoko Komatsubara o Shoji Kojima.

Pero, ¿por qué el flamenco desata pasiones en un país con una cultura tan distinta? Algunos expertos, como la maestra Yoko Komatsubara, aseguran que este estilo musical permite una expresividad total de emociones en una cultura donde mostrar sentimientos en público no está bien visto. La bailaora, que dirige 12 escuelas a las que asisten más de cien alumnos, comentaba en la presentación de su gira Pasión del flamenco, en 2011, que “el sentimiento, español y japonés es el mismo, pero la expresividad es muy distinta. El español se entristece y llora cuando quiere, pero con nuestra educación, por ejemplo, reír delante de gente era muy malo hasta hace poco”.

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