Serrat, Sabina y MR

Apenas acababa de empezar a sonar Mediterráneo y el representante nos invitó a acceder a la zona de los camerinos de los artistas. Subimos la angosta escalera y nos encontramos de frente con Dani Martin, el cantante, antiguo miembro del Canto del Loco, acompañaría al protagonista de la noche unos minutos después. Pero nosotros no íbamos en su búsqueda, sino en la de la voz rota y el bombín de 500 noches. Buscábamos a Joaquín Sabina. Aunque esa tampoco era su noche, él iba acompañar también. Y, ¿qué pintamos nosotros ahí? Entregarle su nueva Manuel Rodríguez. Era lunes, 20 de septiembre de 2015, estábamos en el primer concierto de la gira Antología Desordenada que Joan Manuel Serrat ofreció en el Palacio de los Deportes de Madrid.

Hacía semanas que teníamos preparadas dos guitarras para estos dos grandes de la música española. El cantante catalán celebraba con este nuevo viaje mundial sus 50 años en los escenarios y no se nos ocurría mejor manera de celebrarlo que obsequiándole con una guitarra. Pero, ¿quién a estas alturas puede separar a Serrat de Sabina? Nosotros desde luego no. Mucho menos sabiendo que nuestro gran amigo David Palau les acompaña desde hace tiempo a ambos.

Más de una hora después del comienzo del concierto, nos comunicaron que el autor de La del pirata cojo nos recibiría antes de actuar, porque después tenía que marcharse rápido. Así que llegamos a su camerino, instantes antes de acompañar a su amigo.

“No me han hecho mejor regalo en la vida”, comentó emocionado Sabina mientras sostenía su nueva MR construida con ciprés de 40 años. Embargado por la emoción, no tardó ni un minuto en ponerse a tocar.

Pero nuestro principal cometido aquel lunes era felicitar a Serrat. Así que después de ese primer concierto, que duró más de dos horas, que hizo levantar de su asiento a miles de personas, nos acercamos de nuevo a la zona de camerinos para entregarle su guitarra. “Pienso llevármela a la gira”, dijo inmediatamente.

Ambos cantantes terminaron la noche con nuevos instrumentos y nosotros escuchando cómo David Palau aumentaba, con tan solo rozarla, la belleza de su guitarra MR.

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